Manila, sonrisas en el caos

Última actualización: 24/08/18
Jeepney por las calles de Manila.

Jeepney por las calles de Manila.

Un 28 de Enero, el avión aterriza en el aeropuerto Ninoy Aquino. Al bajarnos de ese gigantesco mamut de dos pisos con sala de oración incluida, sabíamos que era el comienzo de una nueva etapa. Sería la última vez en mucho tiempo que nos teletransportaríamos, sobrevolando continentes enteros y pasando culturas por arriba. Como acto simbólico dábamos los primeros pasos bajando las escaleras de ese avión, para transformar a las rutas y los mares en nuestros compañeros de viaje.

Rodeados de trabajadores de retorno a su tierra natal, caminamos por los pasillos empapelados con el slogan nacional: “It´s more fun in the Philippines”. Los trabajadores se fueron dispersando para reencontrarse con sus familias y nosotros nos quedábamos solos en esta nueva tierra, pero no por mucho tiempo. En Filipinas, pronto comprenderíamos que la sensación de soledad no dura demasiado.

Sabíamos que el caos de la ciudad nos estaría esperando. Lo habíamos escuchado y leído cientos de veces, pero hasta que uno no lo vive no lo cree. Acostumbrarse a este tipo de extremos siempre es difícil, en especial cuando uno trata de esquivar obstáculos con las mochilas a cuestas. Gente, jeepneys, buses, taxis, parrillas ambulantes, gallos enjaulados y otros, se complotan en esta ciudad para crear una gran nube de ruido y confusión, que son para el recién llegado como un golpe de Manny Pacquiao directo al mentón, incluso para aquél que se creyó viajado. Pero al pasar el aturdimiento inicial y vernos en la necesidad de comenzar a interactuar, es cuando Manila muestra su cara más humana.

Nenes jugando en las calles de Manila, Filipinas.

Nenes jugando en las calles de Manila.

En su casa del barrio residencial de Makati nos recibe Hann, una manileña de 23 años que representa al estereotipo de los jóvenes de esta zona. Estudiante universitaria, profesora de alemán, con un inglés perfecto, fumadora compulsiva y la posibilidad económica para darse el gusto de viajar en taxi más de lo necesario. Nos da la bienvenida al país con una cerveza San Miguel en mano, nos recomienda desayunar en McDonald’s (a lo que no pudimos evitar expresar nuestro desacuerdo) y esa primer noche nos lleva a cenar a uno de esos lugares que existen hasta en las ciudades más pobres del mundo, donde tenés que pagar por estar rodeado de “gente cool”, donde la comida es la misma que comerías en cualquier cantina pero con una presentación más gourmet y donde, a final de cuentas, la cuenta es tu final.

Hann dice que nos llevará a conocer Intramuros, la “cara bonita” de la ciudad y única parada de la mayoría de los turistas en sus cortas visitas a Manila. Pero a nosotros nos interesaba ver otras cosas también. El barrio chino de Binondo, el más antiguo del mundo, era uno de esos lugares especiales que no queríamos perdernos, sea o no atractivo para los ojos de la mayoría.

A diferencia de otros barrios chinos, donde uno siente estar entrando en otra ciudad al pasar el clásico arco rojo de bienvenida, en Binondo la vorágine de la ciudad continúa con su curso normal, solamente con un cambio de maquillaje. Varios metros de distancia nos separaban constantemente de Hann, tal vez apurada para que no viéramos la gente pidiendo limosna en las calles, ni la basura acumulada en el río donde ni un Saddhu de Varanasi sobreviviría a un baño en él, ni  los vagabundos durmiendo con una mano dentro del pantalón agarrando su zona púbica (a lo que le encontraríamos explicación en la cantidad de diarios semi pornográficos que venden libremente por la calle). Notoriamente perdida y disconforme en su propia ciudad, nos propone varias veces tomarnos un taxi para llegar directamente a lo que quería que veamos: Intramuros. Le insistimos en que preferíamos caminar, que de no hacerlo nos perderíamos de esos atractivos que no están en ninguna guía turística, como el pedicab con un perro en el techo que estaba pasando a su espalda en ese momento o las ananás de cotillón que cuelgan del enmarañado cableado eléctrico. En la burbuja de aire acondicionado no sentiríamos el calor, pero tampoco sentiríamos la pasión.

contaminado río Pasig de Manila, Filipinas

El contaminado río Pasig con sus casas enclenques mirando hacia él

Curioso parajero del pedicab en Chinatown, Manila, Filipinas

Curioso pasajero del pedicab en Chinatown

Una vez en Intramuros, Hann se despide de nosotros, tranquila de dejarnos protegidos dentro de las murallas de la ciudad y contenta de que veamos los pocos restos materiales de la colonización española que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Pero más que la reformada Iglesia de San Agustín o el esqueleto de lo que alguna vez fue una imponente aduana, nos llamaría la atención los preparativos para un casamiento, donde las jóvenes invitadas estaban vestidas de enfermeras hot y ellos, algo más ridículos, de marineros. Después llegaría la novia en calesa, con un optómetro colgado al cuello y un vestido de enfermera que tranquilamente podría haber usado en su despedida de soltera.

Intramuros, la cara bonita de Manila, Filipinas

Intramuros, la cara bonita de Manila

Caminando por la ciudad nos encontramos con personajes como Jorge Bombita, un guardia de seguridad que no pudimos evitar frenar al ver su singular apellido bordado en su uniforme. En sus más de 40 años nadie le había dicho lo que su apellido significa en español, gracioso para nosotros, más teniendo en cuenta la redondez de su panza y su trabajo como seguridad, pero triste desde otro punto de vista, ya que este tipo de apellidos fueron dados por los españoles a modo de burla de la gente local en la época de la colonización. Inevitablemente caminamos por algunas de las tantas villas que abundan en Manila. Ahí, como en toda la ciudad, las sonrisas y los “hello Sir, hello Madam” serían más notorios que los bocinazos o los silbatos de los policías.

Nuestro amigo Bombita. Manila, Filipinas

Nuestro amigo Bombita

Es imposible no sentir lástima por una ciudad como Manila, pero más difícil aún es no sentir lástima por lo que vendrá, ya que esta mole de cemento crece día a día, devorando todos los pueblos o espacios verdes que alguna vez existieron a su alrededor. Pero aun así, en una ciudad superpoblada y estresante comoésta, la gente no pierde su alegría, y es justamente ese el verdadero atractivo de Manila… sus sonrisas en medio de tanto caos.

Calesas en las calles de Manila, Filipinas.

Por suerte, las calesas cada vez son menos en las calles de Manila.

Casamiento en Iglesia San Agustín, Intramuros, Manila, Filipinas.

Casamiento temático en la Iglesia San Agustín, Intramuros

Caos en Manila, Filipinas

Caos en Manila

Ropa tendida en un barrio de Manila, Filipinas

Ropa tendida en un barrio de Manila

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10 Comentarios

  1. Fabián

    Muy interesante esta página!
    Las grandes metrópolis me parecen fascinantes. En un viaje que planeo hacer al Sudeste Asiático pienso a incluir Manila en mi itinerario.

    Responder
    • Marcandoelpolo

      ¡Muchas gracias!

      Responder
  2. Franco

    encuentro espectacular lo que estan haciendo, en estos momentos estoy en nueva zelanda y hay varios paises que me interesan conocer de los que estan escritos aqui, espero que vayan a japon tambien, es uno de mis destinos preferidos. excelente pagina felicidades y mucha suerte !!

    Responder
    • marcandoelpolo

      Muchas gracias Franco! Sí, en unos meses estaremos visitando Japón, ya subiremos toda la info al blog cuando llegue el momento. Disfrutá NZ y aprovechá para viajar mucho!! La vida es una sola…
      Saludos!

      Responder
  3. Lucía

    Me uno a los que sienten admiración por la travesía que ustedes emprendieron. Y mientras leo, voy deseando que todo salga bien. Porque son valientes y lo merecen, y porque quiero seguir leyendo todo lo que vivieron.

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  4. cecilia

    Hola chicos: ustedes son muy audaces,no creo que yo me anime a hacer lo mismo,los admiro y los sigo con entusiasmo,cariños

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  5. Marina Porquéno

    Me alegro de que le hayáis encontrado la cara buena a Manila, creo que en ningún lugar del mundo pasé tanto miedo como allí! No os perdais El Nido, en Palawan. Si lográis encontrar a un señor que se llama Mascardo (es el dueño de algunos barquitos de los que te llevan a hacer excursiones) pedidle pasar una noche en las islas desiertas. Es una de las mejores cosas que descubrí por allí (y el tío cocina fenómeno)
    Un abrazo, y bon voyage!!

    M.

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    • marcandoelpolo

      Hola! Manila puede ser una ciudad avasallante, pero inseguros la verdad que nunca nos sentimos… al contrario. Ahora estamos en Pagudpud, en el Norte de Luzón, y después de recorrer esta isla vamos para Palawan.

      Saludos!!!

      Responder

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